El castillo de los Cárpatos

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De Léon Benett – Verne_-_Le_Château_des_Carpathes.djvu, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=14969067

Esta novela, publicada en 1892, relata una trágica historia de amor desarrollada entre Nápoles y Transilvania.

El conde Franz de Telek, rumano de Valaquia, y el barón Rodolfo de Gortz, rumano de Transilvania, aspiran al amor de la Stilla, sublime cantante de ópera, a la que siguen por toda Italia. En Nápoles, la Stilla acepta a Telek como futuro esposo y ofrece su último concierto. Al final de su representación, canta “Voglio morire” y muere. Es enterrada en Nápoles. Su prometido vaga por Europa sin rumbo y Gortz desaparece.

En Werst, aldea transilvana cercana al castillo de los Cárpatos, empiezan a sucederse extraños fenómenos.  El castillo, propiedad de la familia Gortz, está abandonado desde hace décadas. El último miembro de la familia, el barón Rodolfo, se fue siendo joven y nunca se supo nada más de él. Los lugareños lo dan por muerto. Un día, el pastor Frik ve una leve humareda saliendo de un torreón. El joven e intrépido guardabosques, Nic Deck, contra los consejos de su novia Miriota, decide ir a investigar. Va a ser acompañado por el doctor Patak, un cobarde atrapado por su fanfarronería de la que no puede echarse atrás. La noche anterior a su expedición, mientras todos los notables del pueblo estaban reunidos en el albergue local preparando la marcha de Deck y Patak, se oye una extraña voz que advierte: “Nicolas Deck, no vayas mañana al castillo. ¡No vayas  o te sucederá una desgracia!”

A pesar de esta advertencia, el guardabosques, acompañado de no muy buen grado por el doctor Patak, se dirige al castillo. Llegan cuando ya está anocheciendo. En la oscuridad comienzan los fenómenos inquietantes. En primer lugar, extrañas luces e imágenes saliendo del torreón. Tratando de acceder al castillo, bajan al foso que lo rodea. Allí, el doctor se queda atrapado por “una fuerza irresistible”. Nic Deck consigue izarse por la cuerda de un puente levadizo, pero al llegar a la poterna recibe un extraño golpe o sacudida en la mano con la que trató de asirse a los herrajes de la puerta que lo hace caer al foso. Cuando consiguen recuperarse, regresan a la aldea y cuentan los prodigios vividos. La población achaca estos hechos a la intervención diabólica.

Extraños fenómenos en el castillo. Imagen vía Wikipedia.

En este punto, llegan a la aldea dos viajeros que resultan ser el conde Franz de Telek y su asistente el soldado Rotzko. Nos enteramos de la historia de amor por la Stilla y la rivalidad entre Telek y Gortz y cómo la cantante murió en su última representación en Nápoles. Al conocer que el castillo pertenece a Rodolfo de Gortz, Franz decide ir a investigar él mismo. Esa noche, en la posada oye la voz de la Stilla.

En el castillo se repiten los fenómenos inexplicables. Aparece una imagen de la Stilla iluminada en un torreón, se oye a la misma cantando diferentes óperas en distintas ocasiones. Cuando la trama se resuelve, es el propio Verne, como narrador, el que nos explica todos los fenómenos. Son pura física desarrollada por el asistente y cómplice de Gortz, Orfanik, científico e inventor resentido con la sociedad y del que Gortz actuaba como mecenas.

Electricidad y magnetismo

Comenzando por lo más sencillo, el golpe o sacudida sufrida por Nic Deck está causada por la electricidad. Existen diversas maneras, pero probablemente, la más eficaz y sencilla es una disposición similar a los llamados pastores eléctricos o vallas eléctricas. Un cable descubierto que transporta una corriente eléctrica continua, alimentada por una batería, que se descarga en quien toca ese cable. Se necesita cierta intensidad para que el efecto sea notable. Generalmente, los pastores eléctricos son inofensivos para los seres humanos.

En cuanto al doctor Patak, fue atrapado por placas escondidas entre las hierbas del foso, conectadas a hilos de corriente alimentados por baterías que actuaron sobre sus botas ferradas.

Es sabida la fascinación de Jules Verne por la electricidad, en sus propias palabras, “el alma del universo” (capítulo 15). Representa la quintaesencia del progreso del siglo XIX. Algunos fenómenos eléctricos y magnéticos son conocidos desde la antigüedad, aún con cierta confusión entre ambos. El estudio teórico y, por tanto, su inicial delimitación, comienza al llegar el siglo XVII con el físico inglés William Gilbert (1544-1603) que en una magna obra de 1600 establece, precisamente, la diferencia entre electricidad y magnetismo y el propio término de electricidad, derivada del griego elektron, ámbar. Esta obra tuvo gran repercusión en los años posteriores.

En el siglo XVIII, Benjamin Franklin, (1706-1790) y, sobre todo, Charles-Augustin de Coulomb, francés (1736-1806) establecen las leyes básicas, en particular la llamada Ley de Coulomb de la electrostática. Más tarde, Galvani, Volta, Davy,  Faraday y otros desarrollan la teoría y práctica de la corriente eléctrica. A principios del siglo XIX comienzan las primeras instalaciones de aparatos eléctricos alimentados por baterías.

En 1819, Hans Christian Oersted, danés, (1777-1851), descubre y demuestra que una corriente eléctrica crea un campo magnético. Averigua, pues, que si bien son fenómenos distintos, están relacionados. En 1820, Jean Biot y Felix Savart, franceses, deducen la ecuación que permite calcular el campo magnético descubierto por Oersted. Esa ecuación se sigue llamando ley de Biot-Savart. En 1831, André-Marie Ampère establece una ley más general que permite calcular el campo magnético creado por distintas configuraciones de corrientes. Es una ley básica del electromagnetismo. También en 1831, Faraday establece la ley que lleva su nombre y que, en síntesis, dice que en ciertas circunstancias, un campo magnético puede crear un campo eléctrico.

Así que, en resumen, aunque son fenómenos diferentes, una corriente eléctrica puede crear un campo magnético y, viceversa, un campo magnético puede crear una corriente eléctrica. En la década de 1870, James Clerk Maxwell, inglés (1831-1879), formula la llamada unificación electromagnética en cuatro bellas ecuaciones que permiten justificar y deducir todos los fenómenos eléctricos y magnéticos –no relativistas– a partir de las mismas. A pesar de no gozar del reconocimiento popular de, digamos, Newton o Einstein, no cabe duda de que Maxwell es uno de los más grandes físicos de la historia.

Como se ve al observar las fechas, es muy probable que Verne, de infatigable curiosidad científica, estuviera al tanto de todo esto. Parece, sin embargo, que no tiene muy clara la diferencia entre fuerza eléctrica y fuerza magnética. Si conectamos una sola placa metálica a un solo hilo de corriente, no pasa nada.  Más específicamente, la corriente no pasa. Hace falta completar el circuito. Si son dos hilos, el unido al borne positivo de la batería y el unido al borne negativo, tenemos un bonito cortocircuito que hubiera fundido los hilos. Si la placa es aislante, tampoco pasa nada. Para que pase algo, necesitamos dos placas, es decir, un condensador. Si el doctor  Patak pisase un condensador bien cargado no se hubiera quedado pegado, sino que se hubiera llevado una descarga muy superior a la de Nic Deck.

Más probablemente, para conseguir atrapar al doctor se podría utilizar el campo magnético que crea un hilo conductor, sin necesidad de placa, aunque le hubiera venido bien un solenoide, conocido desde 1820 gracias a Ampère, para reforzar el efecto. Para completar el suceso del doctor Patak a Verne parece faltarle un elemento fundamental, conocido pero no bien establecido en 1892. De acuerdo con el descubrimiento de Oersted, una corriente eléctrica actúa sobre una aguja magnética porque la corriente eléctrica crea un campo magnético. Así que la atracción entre ambos es una fuerza magnética, no eléctrica. Pero las botas de Patak no son imanes. Se supone que las suelas tienen clavos u otros elementos de hierro o acero. Esos materiales se pueden magnetizar bajo la acción de un campo magnético intenso. Aunque el fenómeno era conocido, para su definitiva explicación hubo que esperar a la ley de Curie (por Pierre Curie, 1859-1903) establecida en 1898 y su posterior ampliación por Pierre-Ernest Weiss, francés, (1865-1940) en la ley de Curie-Weiss de 1907 que permite entender cómo se puede magnetizar un material ferromagnético (como el hierro, el cobalto o el níquel). Las botas de Patak bajo la acción del campo del hilo oculto en el foso se magnetizaron y pudieron atraer y ser atraídas por el hilo. La atracción cesó cuando, presuntamente, se cortó la corriente.

Un electroimám casero. Simplemente consta de un hilo de corriente forrado arrollado en torno a un cilindro de hierro, como un clavo, alimentado por una batería. Solo hace falta clavar el clavo en el terreno perpendicularmente al suelo. Se consigue un campo magnético de intensidad considerable.

Si Verne me hubiera preguntado a mí, yo le hubiera recomendado la instalación de un electroimán, conocido en la práctica desde 1824 –el primer electroimán fue creado por William Sturgeon, inglés, 1783-1850–, aunque no fueran bien explicados sus aspectos teóricos hasta 1907 con los estudios del mencionado Weiss. Un electroimán colocado perpendicularmente al suelo genera un campo magnético que podría atraer eficazmente a cualquier objeto de hierro o acero que se acercase.

Teléfono

Gortz y Orfanik se enteraban de todo lo que se hablaba en la posada del pueblo mediante la instalación clandestina de un teléfono. Según el autor, en aquella época, el teléfono funcionaba  con una precisión tan maravillosa que los sonidos recogidos por las placas llegaban al oído sin necesidad de auriculares. Así que lo único que tuvieron que hacer es tender un hilo de cobre desde el castillo hasta la posada. Se supone que instalaron también las correspondientes placas de carbón. Con este teléfono, Gortz estuvo al corriente de los planes de Nic Deck, primero y de los de Franz de Telek, después. Además, el mismo teléfono le permitió enviar la amenaza a Dick o la voz de la Stilla a la posada. Verne también nos habla del telefoto, que permitiría transmitir imágenes si unimos el cable a sendos espejos.

Teletrófono de Meucci

Aunque se atribuye la invención del teléfono a Alexander Graham Bell, hoy en día se reconoce al italiano Antonio Meucci como inventor de un artefacto, el teletrófono, capaz de comunicar voz entre dos plantas de su casa. Meucci no pudo patentar su invento por falta de medios.

Existen algunas otras contribuciones, pero el  primero en patentar un teléfono fue Bell, en 1876, en Nueva York, después de un proceso bastante afortunado. Es un caso de serendipia, es decir, fue encontrado por casualidad al confundirse uno de sus ayudantes al conectar un hilo, lo cual hizo que se transmitiera todo el ruido de una sala a otra, mientras trabajaban en el desarrollo de la telegrafía.

El teléfono fue presentado en la Exposición Universal de París de 1878 donde, probablemente, lo conoció Verne.

Fonógrafo

La voz de la Stilla se oye con frecuencia en el castillo e, incluso, una vez en la posada, para desesperación de Telek que no comprende cómo se obra ese prodigio y llega a dudar de la muerte de la cantante. La explicación se encuentra en un fonógrafo construido por Orfanik y en varios cilindros con grabaciones hechas durante los años en los que ambos seguían las actuaciones de la diva por toda Italia.

Fonógrafo de Edison

Ese invento corresponde a Thomas Alva Edison, el primero en fabricar un dispositivo que permitía grabar y reproducir sonidos. Existía un precedente que permitía solo grabar: el fonoautógrafo. Edison patentó el fonógrafo en 1878. También patentó un megáfono. Presentó ambos en la misma Exposición Universal de París de 1878. Inicialmente, los cilindros eran de cartón recubiertos de estaño o parafina. Desde 1889, los cilindros eran de cera.

El aparato de Gortz era un fonógrafo que grababa en cilindros, aunque ya en 1887 apareció el gramófono que utilizaba discos planos.

Proyecciones de imagen

Imagen de la Stilla proyectada en un espejo

Se ve en varias ocasiones en el castillo la imagen de la Stilla con gran detalle y realismo, rodeada de una gran luminosidad. Siguiendo las descripciones de las primeras apariciones de la imagen de la cantante, es inevitable imaginarla como un holograma. Sin embargo, Verne lo explica con un potente foco dirigido a un retrato que se refleja en un espejo y es visible desde cualquier ángulo. En cierto modo, parece que el autor concibió el efecto final, pero no la tecnología necesaria. Si tenemos en cuenta que la primera versión imperfecta de la holografía es de 1948 y que el primer holograma en tres dimensiones, con ayuda del láser, data de 1963, es normal que Verne se encontrara muy lejos de esa tecnología.

PD.: Verne asegura que todos los datos e informaciones que suministra en sus novelas están minuciosamente revisados y contrastados. Yo creo, sin embargo, que sufre frecuentes despistes.  Así, en las primeras páginas dice que Transilvania está limitada por Hungría al norte, Valaquia al sur y Moldavia al oeste. Pues bien, Moldavia está al este de Transilvania.